La imagen de lo celestial

La imagen del celestial

1 Corintios 15:45-49

El capítulo 15, de la primera carta de Pablo a los Corintios, contiene la explicación más extensa y certera de la verdad de la resurrección. La semana pasada celebramos el domingo de resurrección. Pero la iglesia desde su fundación en el día de Pentecostes, con la venida del Espíritu Santo y tras la ascensión de Jesús, terminó observando el domingo como el día para conmemorar no solo la resurrección de Cristo, sino como podemos leer en: Hechos 2:42 Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración. Nosotros, como herederos de las iglesias bíblicas, procuramos mantenernos fiel a esta ordenanza establecida en la Palabra. Y aunque el COVID-19 nos quiera mantener separados, nos reunimos por los medios que tenemos a nuestro alcance.

El texto en el que quiero meditar en esta tarde lo encontramos en:

1 Co.15:45-49: 45 Así también está escrito: El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente. El último Adán, espíritu que da vida. 46 Sin embargo, el espiritual no es primero, sino el natural; luego el espiritual. 47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es del cielo. 48 Como es el terrenal, así son también los que son terrenales; y como es el celestial, así son también los que son celestiales. 49 Y tal como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.

Y de forma especial quiero que enfoquemos nuestra atención en la última parte del v.49—la imagen del celestial.

Pablo está revelando la realidad, la importancia y la necesidad de creer, de tener plena confianza, y absoluta certeza en la resurrección de Cristo, y nos deja esta promesa gloriosa—tal como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos la imagen del celestial.

¿Qué significa esta promesa para nuestro día a día?

¿Qué aplicación puedo sacar de esta verdad para mi vida diaria?

Primero: Lo que eres ahora (tu imagen actual) no tiene nada que ver con lo que serás (tu imagen futura)

Cómo Cristo ha resucitado. Tú resucitaras. Como Cristo tiene ahora nueva vida. Tú recibirás nueva vida.

Pablo expone está realidad por medio del contraste entre el primer Adán y el postrer o el último Adán (v.45), es decir, Cristo.

Adán fue hecho alma viviente. Dios soplo aliento de vida en su nariz y le pasó eternidad al corazón. Sin embargo, debido al pecado, el cuerpo de Adán fue sujeto a muerte física. Y toda la raza humana representada por Adán, sigue estando sujeta al pecado y a la muerte.

Pero el último Adán es un ser cuyo espíritu da vida, genera vida. Este último Adán, Cristo Jesús, puede dar vida porque Él es la resurrección y la vida.

       Juan 11:25 Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá,…

Esto significa que la imagen del celestial, lo que hemos de ser, estará libre de la imagen deplorable que tenemos ahora y será semejante a la imagen del que es el dador de la vida, Cristo Jesús.

Segundo: La imagen de lo que seré debo mostrarlo ya mientras aún estoy soportando la imagen vieja.

Un ejemplo. Cuando vamos a una boda o aun festejo, ¿qué solemos hacer? Nos vestimos de gala, nos afeitamos a conciencia, nos repasamos bien delante del espejo para que podamos dar la mejor imagen. Esto lo hacemos para mostrar nuestra “vieja imagen” de su mejor lado posible, ¿verdad?

Ahora, si hago esto con mi vieja imagen, ¿por qué no pongo el mismo empeño en hacer relucir la imagen de lo que un día seré Dios mediante?

¿Por qué no soy igual de diligente a la hora de vivir una vida que honre aquel que me llamó al mayor y mas glorioso banquete que jamás podamos imaginar?

Hemos sido llamado, nada más y nada menos, para pasar la eternidad en su presencia, viviendo a la luz de su gloriosa persona.

¿Cómo es posible que yo viva una vida que no procuré agradarle a aquel que me da la vida eterna?

Amados en Cristo, la realidad de mi futura vida eterna, no puede pasar desapercibida en mi vida terrenal. Esto es lo que Pablo expone en:

Colosenses 3:10: y os habéis vestido del nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó…

Y éste que lo creó es nuestro Señor Jesucristo. Lo podéis leer en el contexto de los versículos siguientes.

Todo esto, amados en Cristo, son las consecuencias de la resurrección de Cristo. Antes éramos la imagen de Adán. Aquel primer hombre que decidió libremente desobedecer a Dios y así se convirtió en el representante de una humanidad caída y afectada por la eternidad por el pecado.

Pero según su gracia y su gran amor, el trino Dios decidió antes de la fundación del mundo tener dispuesto el plan de salvación para aquellos que reconocen su pecado, se arrepienten y creen que Jesús pagó en la cruz del calvario por sus pecados.

Por lo tanto, los que ponen su plena confianza, es decir, su fe en la persona de Cristo y deciden arrepentidos de sus pecados, vivir vidas guiadas por la Palabra de Dios en el poder del Espíritu Santo, estos ahora, reciben la promesa de ser hechos hijos de Dios.

1 Juan 3:2 Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como El es.

       Dios nos ha sellado con su Espíritu Santo como su personal posesión y nos ha sentado en los lugares celestiales en Cristo.

Ef.1:13: En El también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en El con el Espíritu Santo de la promesa,

 Ef. 1:3 3: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo

 Fil.3:20-21:  20 Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo, 21 el cual transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de su gloria, por el ejercicio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a sí mismo.

Gracia y Paz de lo alto.

Domingo de resurrección

El primer día de la semana era para los judíos el domingo. El domingo después de la crucifixión y el entierro de Jesús, los evangelios nos narran con detalle los acontecimientos. Primero unas cuantas mujeres fueron a ungir el cuerpo de Jesús. Aún no había amanecido del todo y las mujeres detectaron que alguien había removido una piedra que tuvieron que rodar entre varios hombres para sellar el sepulcro de Jesús.

El cuerpo había desaparecido y tras anunciar el hecho de la tumba vacía a los discípulos, que muertos de miedo seguían todos escondidos en Jerusalén, Pedro y Juan fueron a presenciar lo que las mujeres habían visto. Es después de que éstos han visto la tumba vacía que Jesús se le aparece a María Magdalena. Y a partir de éste encuentro podemos comenzar a leer las veces que Jesús se apareció a muchas personas.

Pablo lo cuenta así: 1 Corintios 15: 4-8 (NVI)

4 que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, 5 y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. 6 Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos han muerto. 7 Luego se apareció a Jacobo, más tarde a todos los apóstoles, 8 y por último, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí.

Amados en Cristo, la resurrección es un hecho indubitable. El Cristo resucitado apareció a todas las personas que Pablo menciona aquí. Cuando Pablo escribe sus cartas muchos de los testigos aún vivían. De hecho, el mismo tuvo un encuentro personal con el Cristo resucitado cuando iba persiguiendo a los cristianos camino de Damasco como podemos leer en el libro de los Hechos capítulo 9.

En esta mañana hemos podido oír muchos mensajes predicando de la gloriosa realidad de que creemos en un Salvador y Señor que ha resucitado. En el Nuevo Testamento, y eso queda claro en el énfasis que Pablo nos revela en su 1 carta a los Corintios en el capítulo 15, la resurrección de Jesús es una parte esencial del mensaje del evangelio.

Yo quisiera en esta tarde meditar con vosotros en un texto del AT para que podamos llegar a ver dos cosas:

1. ¿La resurrección ya se anunciaba en el AT?

2. ¿Qué importancia tiene la resurrección de los muertos para la vida del ser humano?

El texto lo encontramos en el libro más antiguo de nuestras Biblias. Me refiero al misterioso libro de Job. Misterioso, porque no conocemos su autor y es difícil encuadrar su redacción en una fecha concreta. Por la edad a la que llegó Job algunos piensan que la historia de este hombre podría ser de fechas cercanas a Abraham. Pero eso seguirá siendo un misterio hasta que el Señor nos lo aclaré en su presencia.

Ahora, conocemos bien la historia de Job. Él era un hombre que caminaba con Dios. Él era fiel a Dios en todo. Él seguía a Dios con temor reverente. Y un día se presenta Satanás delante de Dios y Dios menciona a Job como un ejemplo de hombre que adora a Dios. Y Satanás pide probar a Job para demostrarle a Dios que si un hombre se le somete a grandes penurias termina renunciando y hasta maldiciendo a Dios. Dios acepta el reto y permite a Satanás afligir a Job pero no tocar su vida.

La situación de Job cambia radicalmente de un día para otro cambia. El pierde a sus hijos, pierde sus riquezas, pierde su estatus social, pierde el respeto de su esposa, pierde su salud y para colmo los que se llaman sus amigos, intentan convencerlo de que todas sus penurias son fruto de su pecado.

Amados en Cristo, mirad como estábamos hace un mes. Parece que haya pasado ya más tiempo. Pero hace un mes que el gobierno tuvo que tomar la dramática decisión de declarar el estado de alarma y confinarnos a todos en casa. Desde entonces, han muerte cerca mas de 15000 personas.

Podemos dar gracias a Dios de que hasta aquí el Señor nos ha preservado a todos. Pero, amados en Cristo, esta pandemia deja muy a las claras que el ser humano no tiene el control de la vida. El ser humano no tiene ni la tecnología, ni la habilidad, ni el poder de hacer frente a una epidemia como la que estamos viviendo.

La muerte acecha en cualquier lugar, a cualquier hora, no importa si eres rico o pobre, alto o bajito, eres deportista o llevas una vida sedentaria, eres de piel morena o de piel blanquita. La muerte es segura y puede alcanzarte cuando menos lo esperas.

Ahora, si volvemos nuestros pensamientos a Job y pensamos en su situación, ¿qué es lo siguiente que podría pasarle? La muerte.  Job estaba arruinado. Job estaba hundido en la depresión. Job estaba viviendo la aflicción de una dolorosa enfermedad de la piel. ¿Qué es lo que mantenía con vida a Job?

Amados en Cristo, estoy convencido que más de uno en la situación de Job estaría pidiendo la eutanasia. ¡Para que vivir así! ¡Quiero morir!

Vamos a leer lo que Job tenía en mente. Vamos a leer lo que Job tiene que decirnos.

       Job 19:25-27

      25  Yo sé que mi Redentor vive,

            y al final se levantará sobre el polvo.

      26  Y después de deshecho mi piel,

            aun en mi carne veré a Dios;

      27  al cual yo mismo contemplaré,

            y a quien mis ojos verán y no los de otro.

            ¡Desfallece mi corazón dentro de mí!

¿No os sorprenden estas palabras? ¿No os parecen tremendamente edificantes y esperanzadoras?

Fijaros aquí Job nos responde a las dos preguntas con las que hemos arrancado.

  1. En el AT ya nos encontramos con la realidad de la resurrección. Los santos del AT creían en la resurrección de los muertos. Los santos del AT, Abraham, Isaac y Jacob y tantos otros, creían en la resurrección.

Pero de forma especial, aquí se identifica al Señor como el Redentor, el Salvador que ha de triunfar sobre la muerte.

Job esta anunciando que su redentor vive y que triunfará sobre la muerte. Vaya profecía, amados. Y como podemos leer en el resto de a Biblia, esta profecía se cumplió un domingo como lo es hoy.

  1. La importancia para nuestras vidas que haya resurrección

Job vive en medio del dolor, la desgracia y la aflicción extrema con la seguridad de que, aunque su piel sea destruida, al final sus ojos verán a Dios. La resurrección es su seguridad. La resurrección no es la esperanza de Job, es su firme convicción. Como su Redentor vive y triunfará sobre la muerte así Job mismo será triunfante sobre la muerte.

Amados en Cristo, este es el mensaje glorioso del evangelio. Cristo ha muerte en la cruz y con su muerte pagó lo que nuestros pecados merecían. Pero la muerte no pudo retenerlo en la tumba. Conforme a las Escrituras el resucito al tercer día. Y su resurrección, es nuestra garantía que tal como él ha vencido a la muerte, nosotros hemos vencido en Él. Su vida ha sido traspasada espiritualmente a nosotros. Este es el glorioso mensaje del Evangelio. El glorioso mensaje que hoy podemos y estamos recordando por medio de la meditación en su Palabra viva y eterna.

A Él la gloria.

 

 

Jueves de pasión

Los cuatro evangelios narran extensamente los acontecimientos ocurridos en los días que conocemos como la semana de pasión de Jesucristo. La semana que comenzó con una peculiar entrada triunfal en Jerusalén, alcanzó su cenit cuando Cristo expiró su vida en la cruz del Calvario y fue enterrado.
Así termina la semana de pasión. Y muchos, del llamado mundo cristiano, centrar su mente y sus corazones en la triste historia del Salvador que fue torturado y crucificado. Y en esta semana, muchos en nuestro país están apesadumbrado y triste, no por los acontecimientos de la semana de pasión, sino porque no pueden sacar a pasear las imágenes de ese Cristo muerto que tan artesanalmente han esculpido en madera.
Para la mayoría de las personas, que veneran las imágenes, la semana de pasión sigue siendo la historia de uno que murió. Y pocos tienen en cuenta que la semana dio paso a una nueva semana y que el primer día de la semana, el domingo, la tumba quedó vacía. Pero centrémonos en la semana de pasión que es en la que nos encontramos ahora mismo.
Juan, el autor del evangelio que lleva su nombre, le dedica a la semana de pasión de Jesús el 40% de todo el evangelio. Y en los demás evangelios la semana, de pasión, también, ocupa un lugar destacado.
Pero como suele pasar, muchas veces, al ver tantos arboles no llegamos a percatarnos del bosque. Se nos aporta tanta información sobre la semana de pasión, se nos muestran tantos detalles, que podemos perder de vista el mensaje central que Dios nos quiere revelar.
¿Cuál es ese mensaje? ¿Podemos resumir en una frase todo lo que encierra la semana de pasión de Cristo?
Para mí, el mensaje central de la semana de pasión se encuentra en las mismas palabras de Jesús.
Juan 19:30 Entonces Jesús, cuando hubo tomado el vinagre, dijo: ¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Esta expresión de Jesús es el núcleo del mensaje que Dios nos ha querido revelar. La obra de la redención, el plan divino de salvación, se ha consumado, se ha acabado, se ha completado, en toda su totalidad.
La consumación del plan de salvación ocurrió el viernes de pasión. Pero permitidme, que os muestre un breve resumen de los acontecimientos:
Domingo -– La entrada triunfal
Lunes—La maldición de la higuera. La petición de unos griegos de ver a Jesús
Martes—La higuera seca. Predicación en el Monte de los Olivos
Miércoles—El complot para la traición
Jueves—Jesús lava los pies de sus discípulos. La última cena. La oración de Jesús. Getsemaní. El arresto y la pantomima de juicio.
Viernes—Tortura. Crucifixión. Sepultura
Sábado—El silencio de la muerte
Está sería una breve cronología de los acontecimientos más significativos. Tal día como hoy, Jesús habría enviado ya a sus discípulos para que preparasen la última Cena. Y conforme se iba acercando la noche y se iban cumpliendo las horas, el momento de la consumación se acercaba irremediablemente. Nadie como Jesús era más consciente de lo que le venía encima. Nadie como Él sabía lo que le quedaba por sufrir para acabar el plan de salvación trazado desde antes de la fundación del mundo.
Está agonía de Jesús queda reflejada para nosotros en la Palabra de Dios cuando se nos describen las horas que Jesús paso en el huerto de Getsemaní.
Podemos leer el texto en el evangelio de Lucas 20:39-40 (RV60)
39Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. 40Cuando llegó a aquel lugar (Getsemaní), les dijo: Orad que no entréis en tentación. 41Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, 42diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 43Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. 44Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. 45Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; 46y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.
Cuanto más leo estos textos más me convenzo de la terrible agonía que es para una persona saber lo que le viene encima y no poder escapar de ella.
Pero en el caso de Jesús, la certeza de todo lo que le había de acontecer, de todo el dolor físico, psicológico y afectivo que debía soportar se agranda aún más porque Jesús todo lo soportó de forma voluntaria.
Él afirmó su rostro y subió a Jerusalén (Lc.9:51) para cumplir con su misión. Él conociendo quien lo iba a traicionar lo hizo sentar a su lado para comer la última cena. Él sabiendo que Pedro lo negaría horas más tarde no lo rechazó, sino que lo invitó a orar con él en Getsemaní. Él siendo Dios hecho hombre, no usó su deidad para enfrentarse a estos momentos de agonía. Él siendo hombre fue obediente a la voluntad de su Padre y consumó el plan de salvación que nació en el seno del trino Dios.
Hoy, un jueves santo más, tenemos la oportunidad de meditar en lo mucho que le costó a nuestro salvador el librarme de la ira de Dios. Jesús oraba—Padre si quieres, pase de mi esta copa…
La copa es la ira de Dios (Is.51:17). Una ira que es santa y justa y que se revela contra todo el que comete pecado. Jesús apuro esa copa por nosotros. Él tomo la copa y anuló con su sacrificio la ira de Dios contra mi. En Getsemaní, el oraba por sí mismo. Pero gracias a Dios que después de orar el Salvador no rehusó el beber la copa y así librarme de la ira de Dios.
Leyendo como fue su agonía, viendo cómo Jesús consumó mi salvación, sólo puedo caer rendido a sus pies y clamar a Dios para que su sacrificio nunca deje de estar presente en mi memoria y en mi vida en cada momento.

mrg