Domingo de resurrección

El primer día de la semana era para los judíos el domingo. El domingo después de la crucifixión y el entierro de Jesús, los evangelios nos narran con detalle los acontecimientos. Primero unas cuantas mujeres fueron a ungir el cuerpo de Jesús. Aún no había amanecido del todo y las mujeres detectaron que alguien había removido una piedra que tuvieron que rodar entre varios hombres para sellar el sepulcro de Jesús.

El cuerpo había desaparecido y tras anunciar el hecho de la tumba vacía a los discípulos, que muertos de miedo seguían todos escondidos en Jerusalén, Pedro y Juan fueron a presenciar lo que las mujeres habían visto. Es después de que éstos han visto la tumba vacía que Jesús se le aparece a María Magdalena. Y a partir de éste encuentro podemos comenzar a leer las veces que Jesús se apareció a muchas personas.

Pablo lo cuenta así: 1 Corintios 15: 4-8 (NVI)

4 que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, 5 y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. 6 Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos han muerto. 7 Luego se apareció a Jacobo, más tarde a todos los apóstoles, 8 y por último, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí.

Amados en Cristo, la resurrección es un hecho indubitable. El Cristo resucitado apareció a todas las personas que Pablo menciona aquí. Cuando Pablo escribe sus cartas muchos de los testigos aún vivían. De hecho, el mismo tuvo un encuentro personal con el Cristo resucitado cuando iba persiguiendo a los cristianos camino de Damasco como podemos leer en el libro de los Hechos capítulo 9.

En esta mañana hemos podido oír muchos mensajes predicando de la gloriosa realidad de que creemos en un Salvador y Señor que ha resucitado. En el Nuevo Testamento, y eso queda claro en el énfasis que Pablo nos revela en su 1 carta a los Corintios en el capítulo 15, la resurrección de Jesús es una parte esencial del mensaje del evangelio.

Yo quisiera en esta tarde meditar con vosotros en un texto del AT para que podamos llegar a ver dos cosas:

1. ¿La resurrección ya se anunciaba en el AT?

2. ¿Qué importancia tiene la resurrección de los muertos para la vida del ser humano?

El texto lo encontramos en el libro más antiguo de nuestras Biblias. Me refiero al misterioso libro de Job. Misterioso, porque no conocemos su autor y es difícil encuadrar su redacción en una fecha concreta. Por la edad a la que llegó Job algunos piensan que la historia de este hombre podría ser de fechas cercanas a Abraham. Pero eso seguirá siendo un misterio hasta que el Señor nos lo aclaré en su presencia.

Ahora, conocemos bien la historia de Job. Él era un hombre que caminaba con Dios. Él era fiel a Dios en todo. Él seguía a Dios con temor reverente. Y un día se presenta Satanás delante de Dios y Dios menciona a Job como un ejemplo de hombre que adora a Dios. Y Satanás pide probar a Job para demostrarle a Dios que si un hombre se le somete a grandes penurias termina renunciando y hasta maldiciendo a Dios. Dios acepta el reto y permite a Satanás afligir a Job pero no tocar su vida.

La situación de Job cambia radicalmente de un día para otro cambia. El pierde a sus hijos, pierde sus riquezas, pierde su estatus social, pierde el respeto de su esposa, pierde su salud y para colmo los que se llaman sus amigos, intentan convencerlo de que todas sus penurias son fruto de su pecado.

Amados en Cristo, mirad como estábamos hace un mes. Parece que haya pasado ya más tiempo. Pero hace un mes que el gobierno tuvo que tomar la dramática decisión de declarar el estado de alarma y confinarnos a todos en casa. Desde entonces, han muerte cerca mas de 15000 personas.

Podemos dar gracias a Dios de que hasta aquí el Señor nos ha preservado a todos. Pero, amados en Cristo, esta pandemia deja muy a las claras que el ser humano no tiene el control de la vida. El ser humano no tiene ni la tecnología, ni la habilidad, ni el poder de hacer frente a una epidemia como la que estamos viviendo.

La muerte acecha en cualquier lugar, a cualquier hora, no importa si eres rico o pobre, alto o bajito, eres deportista o llevas una vida sedentaria, eres de piel morena o de piel blanquita. La muerte es segura y puede alcanzarte cuando menos lo esperas.

Ahora, si volvemos nuestros pensamientos a Job y pensamos en su situación, ¿qué es lo siguiente que podría pasarle? La muerte.  Job estaba arruinado. Job estaba hundido en la depresión. Job estaba viviendo la aflicción de una dolorosa enfermedad de la piel. ¿Qué es lo que mantenía con vida a Job?

Amados en Cristo, estoy convencido que más de uno en la situación de Job estaría pidiendo la eutanasia. ¡Para que vivir así! ¡Quiero morir!

Vamos a leer lo que Job tenía en mente. Vamos a leer lo que Job tiene que decirnos.

       Job 19:25-27

      25  Yo sé que mi Redentor vive,

            y al final se levantará sobre el polvo.

      26  Y después de deshecho mi piel,

            aun en mi carne veré a Dios;

      27  al cual yo mismo contemplaré,

            y a quien mis ojos verán y no los de otro.

            ¡Desfallece mi corazón dentro de mí!

¿No os sorprenden estas palabras? ¿No os parecen tremendamente edificantes y esperanzadoras?

Fijaros aquí Job nos responde a las dos preguntas con las que hemos arrancado.

  1. En el AT ya nos encontramos con la realidad de la resurrección. Los santos del AT creían en la resurrección de los muertos. Los santos del AT, Abraham, Isaac y Jacob y tantos otros, creían en la resurrección.

Pero de forma especial, aquí se identifica al Señor como el Redentor, el Salvador que ha de triunfar sobre la muerte.

Job esta anunciando que su redentor vive y que triunfará sobre la muerte. Vaya profecía, amados. Y como podemos leer en el resto de a Biblia, esta profecía se cumplió un domingo como lo es hoy.

  1. La importancia para nuestras vidas que haya resurrección

Job vive en medio del dolor, la desgracia y la aflicción extrema con la seguridad de que, aunque su piel sea destruida, al final sus ojos verán a Dios. La resurrección es su seguridad. La resurrección no es la esperanza de Job, es su firme convicción. Como su Redentor vive y triunfará sobre la muerte así Job mismo será triunfante sobre la muerte.

Amados en Cristo, este es el mensaje glorioso del evangelio. Cristo ha muerte en la cruz y con su muerte pagó lo que nuestros pecados merecían. Pero la muerte no pudo retenerlo en la tumba. Conforme a las Escrituras el resucito al tercer día. Y su resurrección, es nuestra garantía que tal como él ha vencido a la muerte, nosotros hemos vencido en Él. Su vida ha sido traspasada espiritualmente a nosotros. Este es el glorioso mensaje del Evangelio. El glorioso mensaje que hoy podemos y estamos recordando por medio de la meditación en su Palabra viva y eterna.

A Él la gloria.

 

 

La inspiración de la Biblia

Nuestras próximas entradas van a ir dirigidas a exponer las doctrinas fundamentales que marcan nuestras convicciones y nuestro credo como iglesia. Empezamos con uno de los fundamentos de nuestra fe; la inspiración divina de las Escrituras, la Biblia.

La doctrina de la “Inspiración de la Biblia” es una de las más controvertidas de todas. Pocas doctrinas son tan cuestionadas y atacadas como esta. Las razones son obvias. Cuestionarse la inspiración divina como origen de las Sagradas Escrituras equivale a eliminar la autoridad y la vigencia de todo su contenido.

El teólogo José Grau lo expresa así: “Es imposible desgajar la inspiración de la Biblia y la historia del reconocimiento del canon bíblico del tronco de donde ha surgido: la historia de la salvación.”
Un ejemplo de esta línea de pensamiento y, por consiguiente, ataques actuales en relación a la “inspiración” surgen de la neo-ortodoxia representada principalmente por Karl Barth y Emil Brunner. Ellos sostienen que la Biblia no es palabra de Dios, pero se convierte en la palabra de Dios cuando, mediante su lectura, Dios nos hace oír su voz. Las escuelas teológicas liberales sostienen que la razón, el rigor científico y el pragmatismo existencial deben imponerse al cualquier dogma relativo a la letra de los textos bíblicos.
Estas opiniones en absoluto se sostienen ante las declaraciones de la Palabra misma en relación a su inspiración divina. 2 Timoteo 3:16 afirma categóricamente que “Toda la Escritura es inspirada por Dios[…]”. El significado de la palabra “inspiración” que encontramos en el citado versículo.  Se traduce del griego “theopneustos”, que se compone de la la palabra Dios (theo) y hálito (pneustos).  La traducción más correcta sería “Toda Escritura es “exhalado” por Dios”. De la misma forma que Dios sopló o exhaló “aliento de vida” en el primer hombre creado (Génesis 2:7), así la Palabra de Dios recibe por el soplo de Dios su naturaleza divina. Pero las Escrituras no solamente nos indican el origen divino sino, también, el proceso por la cual esa “exhalada palabra de Dios” ha llegado hasta nosotros (2 Pedro 1:21)
En estos dos versículos encontramos el doble origen de las Escrituras—divino y humano— al mismo tiempo. La importancia que tiene esta doble naturaleza de las Escrituras la resume de la siguiente forma José Grau: “el elemento divino garantiza la inerrancia y la verdad de su mensaje (Escrituras), y el elemento humano incita nuestra humildad y nuestro estudio para discernir la perfección divina a través de las limitaciones (no los errores) del instrumento humano, los vasos de barro de la Revelación.”
Pero la inspiración no se limita solamente al NT. Tanto Pablo como Pedro en los versículos citados hablan de “Toda la Escritura” (Pablo) y “ninguna profecía” —siendo profecía usado por Pedro como sinónimo de toda la Escritura—, lo cual incluye los escritos del AT.
El mismo Señor Jesús autentifica la Palabra como verdad absoluta y de origen divino en su oración intercesora ante Dios Padre; Juan 17:17. “tu palabra es verdad”. Además Jesús cita en más de una decena de ocasiones en los evangelios los Escritos del AT iniciando su discurso en ocaciones con “escrito esta” (Lucas 3:4; 4:4 y 8, 7:27; 10:26; etc.). También los apóstoles autentifican los escritos del AT como Palabra de Dios. (Hechos 1:20; 7:42; 13:33; etc.)
El mismo AT recoge la intervención de Dios en la formación de las Escrituras. Similar a lo que se nos indica en la epístola de 2ª Pedro,  Zacarías 7:12 menciona la operación del Espíritu en la entrega de la revelación. La inspiración de Dios se extiende a toda la Escritura y es por ello que podemos hablar de una inspiración plenaria.
A modo de conclusión, la doctrina de la inspiración divina de la Palabra de Dios es fundamental para el desarrollo de una teología adecuada. La inspiración divina eleva la Biblia de una compilación de escritos humanos a ser la Palabra de Dios y, por consiguiente, suprema y autoritativa norma de fe y conducta para el hombre.

@ignuevasion

El milagro de la conversión

lacueva y samuel vila

Nada más impactante como el testimonio personal. Está es la historia de una conversión contada por el autor mismo. El Dr. Francisco Lacueva fue ordenado como sacerdote católico apostólico en la catedral de Tarazona, donde sirvió como obispo coadjutor, profesor y canónigo magistral, y fue un reconocido orador y maestro dentro de la Iglesia Romana. Pero un día alguien le hablo del verdadero evangelio y de su Autor, Jesucristo, y su vida cambió.

Aquí el impactante audio de su conversión y su vida.

Sean bendecidos

@ignuevasion

¿Necesitamos una teología natural ramificada?

Por Miguel Palomo
Facultad de Filosofía, Universidad de Sevilla

Resumen. Este artículo tiene dos objetivos. El primero es afirmar la posibilidad de la teología natural a través de las respuestas que ofrece Swinburne a Hume y a Kant. Es segundo es proponer la teología natural ramificada como una teología en la que se pueden defender cuestiones que han sido tradicionalmente relegadas a la teología revelada a través de las herramientas de la teología natural.

Palabras clave. Teología Natural, Teología Natural Ramificada, Hume, Kant, Swinburne.

Abstract. This paper has two aims. First, to claim the possibility of natural theology through Swinburne’s answer to Hume and Kant. Second, to propose ramified natural theology as a discipline where different issues that traditionally have been relegated to revealed theology can be addressed through the tools of natural theology.

Keywords. Natural Theology, Ramified Natural Theology, Hume, Kant, Swinburne.

1. Introducción

Este artículo surge de la pregunta, ¿es posible una teología natural? Los considerados padres de la iglesia, así como los escritores del Antiguo Testamento, pensaban que lo que hoy entendemos por teología natural, esto es, la defensa de la existencia de Dios y algunas de sus características a través de las herramientas del razonamiento sin la necesidad de apelar a la revelación divina, estaba disponible para todo aquel que se preguntase acerca de estas cuestiones. Sin embargo, dicha idea fue puesta en tela de juicio entre los pensadores de los siglos XVII y XVIII con la aparición de las propuestas de Hume y Kant sobre los límites de la razón.

En los últimos años ha habido un auge de posiciones en pro y en contra de dichas afirmaciones. Sin embargo, aunque respondamos afirmativamente a la posibilidad de una teología natural, puesto que ésta tradicionalmente se pregunta por cuestiones como la existencia de Dios, su omnipotencia o su eternidad, quedarían por responder cuestiones más agudas como la divinidad de Jesús, la existencia de los milagros o la doctrina de la trinidad, sobre las cuales normalmente se razona a través de la teología revelada y no a través de la teología natural. En este sentido, la teología natural tradicional a grandes rasgos solamente da pie a una posición meramente teísta. Por ello, cabría preguntarse si es posible una teología natural que no sea meramente teísta sino que sea capaz de posicionarse en aspectos claves referentes a la naturaleza y a otras características de Dios, habitualmente exclusivos de la teología revelada. Esta podría ser la tarea de la teología natural ramificada.

La necesidad de establecer la posibilidad de una teología natural y más allá, la posibilidad de una teología natural ramificada surge del auge de los nuevos ateos como Dawkins, Hawkins o Hitchens. Las argumentaciones sobre la imposibilidad de la existencia de Dios en estos autores son del siguiente tipo:

En tanto en cuanto el universo tuviera un principio, podríamos suponer que tuvo un creador. Pero si el universo es realmente autocontenido, si no tiene ninguna frontera o borde, no tendría ni principio ni final: simplemente sería. ¿Qué lugar queda, entonces, para un creador? (Hawking, 1988: 187).

El argumento de la improbabilidad [de la existencia de Dios] es el más grande (Dawkins, 2007: 123).

Uno debe dejarlo bien claro. La religión proviene del periodo de la prehistoria humana en el que nadie —ni si quiera el eminente Demócrito quien concluyó que toda la materia estaba formada por átomos— tenía la más mínima idea de qué es lo que estaba ocurriendo (Hitchens, 2007: 64).

Las posturas de estos autores, sin embargo, son un simple eco de las argumentaciones que mucho más elegantemente fueron propuestas por Hume y Kant en el siglo XVII y XVIII sobre la imposibilidad de pensar o tener conocimiento de lo trascendente y, por lo tanto, de Dios.

2. La respuesta de Swinburne a Hume y Kant

Hume defiende en Investigación sobre el conocimiento humano que todas nuestras ideas están compuestas de ideas simples derivadas de impresiones. Por impresiones entiende “todas nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos u odiamos, o deseamos o queremos. Y las impresiones se distinguen de las ideas que son percepciones menos intensas de las que tenemos conciencia, cuando reflexionamos sobre las sensaciones o movimientos arriba mencionados” (Hume, 1978: 33). A pesar de que nuestras ideas derivan de las impresiones, pueden ser formuladas ideas que no deriven de ellas, como por ejemplo: podemos tener la idea de una montaña de oro aunque nunca hayamos tenido una impresión de tal montaña, habiendo conjugado las ideas de montaña y oro, ideas simples que sí se derivan de impresiones. Pero sin embargo, Hume niega la posibilidad de que podamos obtener ideas que no provengan de estas ideas simples, las cuales son derivadas de las impresiones que adquirimos a través de nuestros órganos sensibles. Por lo tanto, la teología natural sería inviable, puesto que no podemos tener experiencia de un ser incorporal. Pero a pesar de ello, como dice Richard Swinburne:

¿Cuán generales son las ideas que podemos formar a partir de nuestra experiencia del mundo? ¿Podemos combinar la idea de una persona con la idea de una parte, la idea de no tener algo y la idea de un objeto material para dar lugar a la idea de una persona que no tiene ningún objeto material como parte suya (es decir, es no-encarnada)? Y ¿podríamos seguir aún combinando esta última idea con las ideas de poder, acción, bondad, conocimiento, creencia y la idea de una oración verdadera (todas las cuales son derivables de impresiones) para obtener la idea de una persona no encarnada que tiene el poder de hacer toda acción buena, que conoce todas las oraciones verdaderas y no cree ninguna oración que no sea verdadera? Si es así, estamos en el camino para tener una idea de Dios. Hume no hizo frente a estos problemas (Swinburne, 2012: 212).

Por otro lado, Hume también afirma que “de efectos similares inferimos causas similares”, por lo que necesitaríamos haber observado varios dioses creando varios mundos para poder inferir de la existencia de nuestro mundo un creador divino.

De efectos semejantes inferimos causas semejantes […] Que toda inferencia, Cleantes, relativa a los hechos, se fundan en la experiencia y que todas las argumentaciones experimentales están basadas en la suposición de que causas similares muestran efectos similares, y efectos similares causas  similares, es cosa que en el presente momento no voy a discutir contigo. Pero observa, te lo ruego, con qué extremada cautela proceden los buenos razonadores en la transmisión de los experimentos a casos similares. A menos que los casos sean exactamente similares, la confianza que ponen en la aplicación de sus pasadas observaciones a cualquier fenómeno dista de ser perfecta (Hume, 2004: 90-1).

Swinburne responde a Hume en base a dos puntos clave: la defensa de la existencia de causas inobservables y de las causas singulares, entendiendo causa como conjunción constante o sucesión regular. Respecto a las causas inobservables, deja patente que hoy podemos especular sobre estados atómicos que causan otros estados atómicos y que no son observables. Por otro lado, respecto a las causas individuales, afirma que nosotros mismos tenemos creencia de que causamos ciertos sucesos, tal y como puede ser el mover una mano. Por ejemplo, un suceso B (que se rompa una ventana) es causado por A (que tiremos un ladrillo a la ventana), aunque B no dependa de nosotros en modo alguno. Una y otra vez podemos causar B mediante A, y podemos ver que el hecho de que nosotros causemos un efecto intencionado puede ser aplicado a otros sucesos cuyo desarrollo escapa a nuestro control (Swinburne, 2012: 216).

Por lo tanto, nuestro concepto de causación deriva de que uno mismo cause un efecto y no de un suceso independiente, por lo que podemos afirmar que es posible que exista un agente que cause un efecto sin la necesidad de que existan otros agentes similares que causen efectos similares. Y por ello, nuestra experiencia de nosotros mismos como sustancia causando un efecto nos brinda la idea de causación que utilizamos y que conocemos; y si es lógicamente posible y probable una hipótesis simple H inobservable y única en su clase y existencia, y que los datos señalen como probable que x sea la causa de y, entonces es posible la teología natural a la luz de Hume.

Kant fue muy influenciado por Hume y por tanto sus proposiciones son parecidas en cuando a los límites del razonamiento. Al igual que Hume, Kant afirma que las intuiciones (que funcionan de modo parecido a las impresiones humeianas) las interpretamos mediante conceptos, pero puesto que las intuiciones sólo pueden ser sensibles, solamente podemos tener conocimiento al aplicar las categorías a las intuiciones. Por ello, y aunque podamos tener conceptos de objetos que no pertenecen a la experiencia, sólo podemos tener conocimiento de causas con respecto a los fenómenos sensibles observables y que muestren una repetición. Por ello, de nuevo nos topamos con la imposibilidad de una teología natural.

Sin embargo, hay dos problemas en la proposición de Kant que señala Swinburne: el primero es que Kant afirma que nuestro conocimiento del mundo depende de algunos principios necesarios (como por ejemplo que todo suceso tiene una causa), pero son precisamente ese tipo de principios los que están restringiendo nuestro conocimiento sobre el mundo. El segundo es que Kant no tuvo en consideración ninguna causa inobservable en el mundo físico porque la ciencia no se había desarrollado lo suficiente, pero como admirador de los avances científicos, seguramente habría cambiado de opinión al conocer el desarrollo de la teoría atómica, por ejemplo, así como la aparición de la teoría cuántica. Ambas teorías no parecen necesitar de la observación directa para especificar evidencias sobre fenómenos inobservables, lo cual muestra que desde la práctica científica se legitima el uso de este método de razonamiento mediante el cual es posible aprehender sucesos concretos desde la observación de los efectos producidos.

3. Qué es la Teología Natural Ramificada

Ni Hume ni Kant nos ofrecen motivos suficientes como para dejar de lado la posibilidad de una teología natural. Pero aun aceptando la posibilidad de la teología natural, lo que nos queda es una consideración de la existencia de causas inobservables de la existencia en el mundo, lo cual no nos muestra demasiado acerca del contenido de la teología natural que debemos acoger: tradicionalmente a través de la teología natural se ha cuestionado la existencia de un Dios omnipotente, omnisciente, personal, eterno y creador de la vida, pero si queremos ahondar más en la naturaleza y características de Dios, deberíamos recurrir a la teología revelada. Tomás de Aquino, por ejemplo, pensaba de este modo: que mediante el razonamiento humano podemos conocer la existencia de Dios, pero que solamente podemos conocer sus características exclusivamente mediante revelación divina. Otro ejemplo es el sensus divinitatis de Calvino, una facultad que según él tenemos para ver la mano de Dios en la creación y mediante la cual podemos reconocer su existencia. Por lo tanto, la tradición parece dejar a la teología relevada la tarea más específica sobre cómo es Dios y cómo responder ante Él, de modo que la teología revelada nos guiaría para escoger entre el cristianismo o el islam, el politeísmo o el zoroastrísmo. Sin embargo, en este artículo quiero defender que a través de las herramientas de la teología natural se pueden poner a prueba tesis que tradicionalmente se han relegado a la teología revelada, y esa es la tarea de la teología natural ramificada, a través de la cual se pueden defender afirmaciones como que Jesús resucitó, que Jesús era el hijo de Dios o la existencia de los milagros solamente utilizando el razonamiento.

Teología natural ramificada es un término propuesto por Richard Swinburne en un artículo publicado en 2004 (Swinburne, 2004) y que hace referencia a la defensa de las tesis cristianas con las herramientas de la teología natural. En este sentido, la teología natural sería el tronco, y la teología natural ramificada supondría la diferenciación de la teología natural tradicional teísta de una que abogue por un punto de vista mayormente especializado, como es el caso de la teología cristiana. En este sentido, a la teología natural ramificada a la que nos referimos en este artículo es a la cristiana, pero potencialmente podría haber otras teologías naturales ramificadas.

La teología natural ramificada utiliza como metodología el método PEL, el cual es presentado por Hugh G. Gauch en Scientific Method in Practice (Gauch, 2002). Él mismo defiende que es también la metodología de la teología natural ramificada en un artículo de la revista Philosophia Christi (Gauch, 2013). Gauch defiende que la teología natural ramificada y la ciencia comparten la misma metodología, señalando que todas las afirmaciones sobre los fenómenos que ocurren en el mundo requieren presuposiciones, evidencia y lógica (de ahí el nombre: PEL). La idea no es otorgar a la teología natural ramificada un estatus científico sino dejar patente que el método de razonamiento que sigue esta disciplina nos es familiar y, puesto que es utilizado por la ciencia, muestra también que ofrece resultados. Las conclusiones según la metodología PEL emergen de tres factores que deben presentarse siempre en conjunto, presuposición + evidencia + lógica, del siguiente modo:

Premisa 1 [Presuposición]: Ver algo implica existencia.
Premisa 2 [Evidencia]: Veo una moneda en la mesa.
Premisa 3 [Lógica]: Modus Ponens es una regla correcta de la deducción.
Conclusión: Entonces hay una moneda en la mesa (versión modificada de Gauch, 2002: 127).

A continuación paso a señalar brevemente el significado de cada uno de los factores que deben presentarse a la luz el método PEL aplicado a la teología natural ramificada:

3.1. Presuposiciones. Con esto se refiere Gauch a «una proposición cuya verdad es necesaria para la verdad o falsedad de otra afirmación»(Gauch, 2013: 288), en contraposición a la idea de que una presuposición es aquella proposición que favorece la llegada de una conclusión concreta.

3.2. Evidencia. Se refiere a la admisión de pruebas empíricas y de evidencia pública. La teología natural ramificada pone a prueba hipótesis históricas basándose en:

Evidencias históricas posteriores, o testimonio de testigos, que es la fuente de información más inmediata. Si tomamos como hipótesis que “ha habido una moneda en la mesa”, entonces la evidencia histórica posterior se basa en lo que los testigos de hecho afirman que ocurrió, así como en restos del acontecimiento, como por ejemplo que la mesa estaba llena de polvo y la moneda ha dejado un surco sin polvo en la mesa fruto de su posicionamiento, y otros acaecimientos que podrían esperarse que se diesen si de hecho fuese cierto que ha habido una moneda en la mesa.

Evidencias generales de los antecedentes. En este sentido entendemos que los antecedentes muestran indicios del acaecimiento de algún fenómeno. Por ejemplo, podríamos hablar de la costumbre que tiene una determinada persona de dejar monedas sueltas en la mesa cada vez que llega a casa. Las evidencias generales de los antecedentes pueden mostrar que la hipótesis es válida siempre bajo ciertas condiciones.

Evidencias históricas previas. Por ejemplo, una determinada persona siempre deja monedas sueltas en la mesa excepto cuando se encuentra de viaje fuera de la ciudad. Esto podría entenderse como un requisito previo: si se da la condición, entonces es improbable que la hipótesis sea verdadera, y a esto lo llamamos evidencia histórica previa.

3.3. Lógica. Se refiere a la lógica inductiva, deductiva y modal, así como estadística, probabilista, etc.

La utilidad de la teología natural ramificada con base en el método PEL es la siguiente. El hecho de defender exclusivamente una la teología revelada sin atender a una teología natural puede llevar a una irracionalidad subjetiva basada en una fe que se asienta y que solamente puede defenderse en sí misma. Y esta fe subjetiva puede llevar a una pluralidad de posiciones teológicas que se expanden hasta el infinito. Autores como Pannenberg afirman que Dios se revela en la historia, que supone una “evidencia pública y comprobable” (Pannenberg, 1991: 60) y en base a ella podemos poner a prueba las afirmaciones del cristianismo. De este modo, la clave es que a través de la teología revelada podemos conocer a Dios, tal y como nos muestra la Biblia; pero el creyente debe ser consciente de que si de hecho lo que dice la Biblia es cierto, entonces todo ello es comprobable en la historia. Por lo tanto, la teología natural ramificada puede diferenciar una teología basada en hechos históricos de una teología basada en meras suposiciones caprichosas y contingentes.

4. Conclusión

La respuesta a la pregunta que propone el artículo es clara para mí: sí necesitamos una teología natural ramificada. Primero, porque muestra que las afirmaciones sobre la imposibilidad de una teología natural son falsas. Hume y Kant afirmaban la imposibilidad de una teología natural porque no podemos obtener conocimiento más que, a grandes rasgos, de lo que nos ofrecen nuestros sentidos. Pero sin embargo, es el mismo desarrollo de la ciencia el que ha mostrado que se puede obtener conocimiento de fenómenos que no experimentamos sensiblemente, es decir: podemos deducir causas de sus efectos sin la necesidad de experimentarlas. Es posible que Kant y Hume tuviesen razón al decir que solamente podemos obtener conocimiento sobre fenómenos empíricos, pero eso no implica de ningún modo la imposibilidad de la teología natural. Segundo, porque completa a la teología natural tradicional, la cual deja demasiadas cuestiones sin responder, de modo que la teología natural ramificada da forma y completa las principales cuestiones de esta teología natural tradicional: por ejemplo, la teología natural puede afirmar la existencia de Dios, mientras que la teología natural ramificada puede afirmar que Jesús era hijo de Dios. Y tercero, porque completa a la teología revelada. La teología natural ramificada afronta tesis que tradicionalmente se habían relegado a la teología revelada a través del método de la teología natural (apelando al razonamiento) y siguiendo la metodología PEL. De este modo, se muestra que la teología revelada que habla de hechos que ciertamente ocurrieron en la historia puede ser sostenida y defendida también a través de hechos empíricos demostrables. Creo, además, que la teología natural ramificada supone un gran paso, puesto que puede mostrar la veracidad o falsedad de diferentes teologías reveladas basándose en evidencias históricas públicas compartidas por todos.

Bibliografía empleada

R. Dawkins, El espejismo de Dios (2006), Madrid, Espasa Calpe, 2007.
H. G. Gauch, Scientific Method in Practice (2002), Cambridge, Cambridge University Press, 2002.
H. G. Gauch, “The Methodology of Ramified Natural Theology”, en: Philosophia Christi, 2013 (15 II), pp. 283-298.
S. Hawking, Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros (1988), Barcelona, Crítica, 1988.
Ch. Hitchens, God is not Great: the Case Against Religion (2007), Londres, Atlantic Books, 2007.
D. Hume, Investigación sobre el conocimiento humano (1748), Madrid, Alianza, 1978.
D. Hume, Diálogos sobre religión natural (1779), Madrid, Tecnos, 2004.
W. Pannenberg, Systematic Theology (1991-1998), Grand Rapids, William B. Eerdmans, 1991-1998, 3 vols.
R. Swinburne, “Natural Theology, Its “Dwindling Probabilities” and “Lack of Rapport””, en: Faith and Philosophy, 2004 (21), pp. 533-546.
R. Swinburne, “Por qué Hume y Kant se equivocaron al rechazar la teología natural” en: Estudios Filosóficos, 2012 (177), pp. 209-225.

Aquí el enlace para imprimir en articulo en PDF:

Miguel Palomo
miguelpalomo@us.es

Departamento «Filosofía, Lógica y Filosofía de la Ciencia»
Facultad de Filosofía, Universidad de Sevilla
C/ Camilo José Cela, s/n
41018 – Sevilla, España

«Jesús el Judio» reseña del libro de Cesar Vidal, y algo más. Por Felix Ventero

       Cómo ya se publicó en la portada de eventos, el domingo pasado nuestro hermano en Cristo, Felix Ventero, nos presentó su reseña del libro de Cesar Vidal «Jesús el judío». Pero no se quedó sólo en una reseña. Su disertación ahondó en como ese libro ha alimentado su deseo por conocer más de Jesucristo y de ahí se animó a exponer su testimonio personal de cómo se encontró, no con un mero Jesús histórico, sino con el Jesús que vive y reino por los siglos de los siglos y que hoy en día sigue transformando los corazones de los hombres que le buscan.

Aquí le dejamos el audio.

Reciban nuestras bendiciones en Cristo

@ignuevasion

La Biblia en el Quijote (1)

        Mas, con todo esto, sube en tu jumento, Sancho el bueno, y vente tras mí, que Dios, que es proveedor de todas las cosas, no nos ha de faltar; y más andando tan en su servicio como andamos, pues no falta a los mosquitos del aire, ni a los gusanos de la tierra, ni a los renacuajos del agua, y es tan piadoso que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llueve sobre los injustos y los justos.             

(Fragmento del capítulo XVIII de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha)

postal5_quijote     En este pasaje, donde Don Quijote quiere consolar a Sancho de las desventuras ocasionadas por las aventuras con el escuadrón de ovejas, hay dos claras referencias al sermón pronunciado por el Señor Jesús  de su ministerio terrenal, y conocido como el Sermón del Monte.

            La primera parte del texto se refiere a la inutilidad e inconveniencia de los afanes mundanos, ya que Dios, por habernos dado lo mayor -la vida, el cuerpo-, también nos dará lo menor: el alimento y el vestido. «Por esto , os digo -exclama Cristo-: no os inquietéis por vuestra vida sobre qué comeréis, ni por vuestro cuerpo sobre qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni riegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?» (Mateo 6:26-27).

             La segunda parte del texto cervantino es una cita casi literal del capítulo 5 y versículo 35 del Evangelio de Mateo, donde el Señor Jesús habla de las excelsas bondades de Dios, «que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos».

                                    (Extraído de La Biblia en el Quijote, de Juan Antonio Monroy)

La importancia de la escritura

Una de las facultades más preciosas otorgadas al ser humano es el lenguaje. En las relaciones sociales con nuestros semejantes la comunicación es básica. Y complicada. No es suficiente la emisión de sonidos inarticulados o de gestos, como en el caso de muchos irracionales. Los pensamientos, los sentimientos y los deseos de una persona constituyen una trama sumamente compleja, por lo que se hace necesaria una articulación de los sonidos en forma de palabras, si su pensar, sentir y querer han de ser comunicados a otras personas.

De tal importancia es la palabra que Dios, según el escritor sagrado, se reveló a los hombres hablándoles de diferentes maneras y finalmente mediante la Palabra encarnada, el Señor Jesucristo (Heb. 1:1-3). Pero todo da a entender que la palabra hablada no es suficiente. Una vez pronunciada, sólo subsiste débilmente en la memoria de quienes la escuchan. En muchos casos se desvanece por completo. Su permanencia sólo se logra mediante la escritura. Como decían los antiguos latinos, verba volent, scripta manent, las palabras vuelan, lo escrito perdura.

Porque la palabra escrita reúne las cualidades de invariabilidad y durabilidad, Dios mismo ordenó a Moisés que escribiera en un libro, «para memoria», lo acaecido en la lucha contra Amalec (Éx. 17:14). También los diez mandamientos fueron inscritos en tablas de piedra (Éx. 34:27-28, Dt. 5:22). Jeremías recibió la orden de escribir «todas las palabras» que Dios le había hablado (Jer. 30:2), a fin de que cuando se cumpliese lo profetizado por el Señor, se viese que todo acontecía conforme a lo que estaba escrito. Un mandato semejante recibió el autor del Apocalipsis (Ap. 1:11, Ap. 1:19).

Gracias a las escrituras del Nuevo Testamento podemos hoy conocer el contenido glorioso del Evangelio. Y nuestra deuda de gratitud se agranda si pensamos en los valiosísimos escritos que nos han dejado las grandes figuras de la Iglesia: las «Confesiones» de Agustín, las «Instituciones» de Calvino, los «Pensamientos» de Pascal, los «Sermones» de Spurgeon, por citar sólo unos pocos. Podríamos añadir muchísimos más, sin contar producciones menores como el simple folleto, que en muchos casos, pese a su brevedad, ha llevado almas a los pies de Cristo. Ese caudal inmenso de pensamiento selecto está a nuestro alcance para nuestro beneficio porque en su día hubo hombres que se sintieron movidos a escribir. Sus obras escritas en el pasado son hoy, y seguirán siendo en el futuro, una inestimable bendición.

José M. Martínez

(Extraído del capítulo 6 del libro «La aventura de escribir»)