El milagro de la conversión

lacueva y samuel vila

Nada más impactante como el testimonio personal. Está es la historia de una conversión contada por el autor mismo. El Dr. Francisco Lacueva fue ordenado como sacerdote católico apostólico en la catedral de Tarazona, donde sirvió como obispo coadjutor, profesor y canónigo magistral, y fue un reconocido orador y maestro dentro de la Iglesia Romana. Pero un día alguien le hablo del verdadero evangelio y de su Autor, Jesucristo, y su vida cambió.

Aquí el impactante audio de su conversión y su vida.

Sean bendecidos

@ignuevasion

La Biblia en el Quijote (1)

        Mas, con todo esto, sube en tu jumento, Sancho el bueno, y vente tras mí, que Dios, que es proveedor de todas las cosas, no nos ha de faltar; y más andando tan en su servicio como andamos, pues no falta a los mosquitos del aire, ni a los gusanos de la tierra, ni a los renacuajos del agua, y es tan piadoso que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llueve sobre los injustos y los justos.             

(Fragmento del capítulo XVIII de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha)

postal5_quijote     En este pasaje, donde Don Quijote quiere consolar a Sancho de las desventuras ocasionadas por las aventuras con el escuadrón de ovejas, hay dos claras referencias al sermón pronunciado por el Señor Jesús  de su ministerio terrenal, y conocido como el Sermón del Monte.

            La primera parte del texto se refiere a la inutilidad e inconveniencia de los afanes mundanos, ya que Dios, por habernos dado lo mayor -la vida, el cuerpo-, también nos dará lo menor: el alimento y el vestido. «Por esto , os digo -exclama Cristo-: no os inquietéis por vuestra vida sobre qué comeréis, ni por vuestro cuerpo sobre qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni riegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?» (Mateo 6:26-27).

             La segunda parte del texto cervantino es una cita casi literal del capítulo 5 y versículo 35 del Evangelio de Mateo, donde el Señor Jesús habla de las excelsas bondades de Dios, «que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos».

                                    (Extraído de La Biblia en el Quijote, de Juan Antonio Monroy)

La importancia de la escritura

Una de las facultades más preciosas otorgadas al ser humano es el lenguaje. En las relaciones sociales con nuestros semejantes la comunicación es básica. Y complicada. No es suficiente la emisión de sonidos inarticulados o de gestos, como en el caso de muchos irracionales. Los pensamientos, los sentimientos y los deseos de una persona constituyen una trama sumamente compleja, por lo que se hace necesaria una articulación de los sonidos en forma de palabras, si su pensar, sentir y querer han de ser comunicados a otras personas.

De tal importancia es la palabra que Dios, según el escritor sagrado, se reveló a los hombres hablándoles de diferentes maneras y finalmente mediante la Palabra encarnada, el Señor Jesucristo (Heb. 1:1-3). Pero todo da a entender que la palabra hablada no es suficiente. Una vez pronunciada, sólo subsiste débilmente en la memoria de quienes la escuchan. En muchos casos se desvanece por completo. Su permanencia sólo se logra mediante la escritura. Como decían los antiguos latinos, verba volent, scripta manent, las palabras vuelan, lo escrito perdura.

Porque la palabra escrita reúne las cualidades de invariabilidad y durabilidad, Dios mismo ordenó a Moisés que escribiera en un libro, «para memoria», lo acaecido en la lucha contra Amalec (Éx. 17:14). También los diez mandamientos fueron inscritos en tablas de piedra (Éx. 34:27-28, Dt. 5:22). Jeremías recibió la orden de escribir «todas las palabras» que Dios le había hablado (Jer. 30:2), a fin de que cuando se cumpliese lo profetizado por el Señor, se viese que todo acontecía conforme a lo que estaba escrito. Un mandato semejante recibió el autor del Apocalipsis (Ap. 1:11, Ap. 1:19).

Gracias a las escrituras del Nuevo Testamento podemos hoy conocer el contenido glorioso del Evangelio. Y nuestra deuda de gratitud se agranda si pensamos en los valiosísimos escritos que nos han dejado las grandes figuras de la Iglesia: las «Confesiones» de Agustín, las «Instituciones» de Calvino, los «Pensamientos» de Pascal, los «Sermones» de Spurgeon, por citar sólo unos pocos. Podríamos añadir muchísimos más, sin contar producciones menores como el simple folleto, que en muchos casos, pese a su brevedad, ha llevado almas a los pies de Cristo. Ese caudal inmenso de pensamiento selecto está a nuestro alcance para nuestro beneficio porque en su día hubo hombres que se sintieron movidos a escribir. Sus obras escritas en el pasado son hoy, y seguirán siendo en el futuro, una inestimable bendición.

José M. Martínez

(Extraído del capítulo 6 del libro «La aventura de escribir»)